Taller de lectura


Taller de lectura de piezas teatrales
Seminarios trimestrales





















Este taller invita a la lectura y análisis de obras dramáticas. No es necesario que sus participantes tengan experiencia en el campo teatral. A partir de estas lecturas iremos indagando sobre la materialidad del texto. Descubriremos que las obras teatrales tienen un cuerpo, una forma, una estructura. Abordaremos distintas piezas, las que nos llevarán a pensarar sobre la variedad de estilos y estéticas. La propuesta es simple, leer, discutir y reflexionar sobre los textos escogidos.



Taller a cargo de Francisco Civit y Anabel Ares.

Datos para la inscripción.


El taller dará inicio en febrero y se dicta los días jueves de 19:00hs a 20:30hs.
Cuota mensual: $200. Todos los materiales de lectura serán proporcionados por el taller.

Para el ingreso al taller es necesario tener una entrevista previa, la misma se puede concretar enviando una mail a:

civfra@yahoo.com.ar

Trabajaremos los siguientes textos de Tennessee Williams: Un tranvía llamado deseo, Veintisiete vagones de algodón y Háblame cómo la lluvia. Estos materiales corresponden a distintas etapas de madurez del autor norteamericano.

Aquí unos fragmentos...

 
HÁBLAME COMO LA LLUVIA

MUJER: Despertaré, oiré la lluvia y me volveré a dormir. Una temporada de lluvia, lluvia, lluvia. Después, un día, al cerrar el libro o al volver sola del cine a las once de la noche, me miraré al espejo y veré que mi cabello se ha puesto blanco. Blanco, blanco del todo.Tan blanco como la espuma de las olas. (Se levanta y pasea por la habitación mientras habla) Recorreré mi cuerpo con las manos y percibiré lo asombrosamente delgada e ingrávida que me he quedado. Casi transparente. Apenas real ya. Entonces advertiré, sabré, un tanto confusamente, que he permanecido ahí, en ese pequeño hotel, sin... relaciones sociales, responsabilidades, inquietudes ni perturbaciones de ninguna clase... durante casi cincuenta años. Medio siglo. Casi toda una vida. No recordaré ni siquiera los nombre de las personas que conocía antes de llegar allí, ni qué se siente cuando se espera a alguien que... puede no venir...Entonces sabré - mirándome al espejo- que ha llegado el momento de pasear sola una vez más por la explanada, con un viento fuerte azotándome, un viento limpísimo... pasearé sola y me iré adelgazando, adelgazando.
HOMBRE: Nena vuelve a la cama. 
MUJER: ¡Cada vez más delgada, más delgada! (él va hacia ella y la obliga a levantarse de la silla) ¡Hasta que al final no tendré cuerpo ya y  el viento me recogerá en sus fríos brazos blancos y me llevará para siempre! 

VEINTISIETE VAGONES DE ALGODÓN

FLORA: Yo no... soy muy habladora.
VICARRO (Reparando por fin en ella): No se moleste usted en darme conversación, señora Meighan. Soy de los que prefieren una comprensión silenciosa. (Flora ríe, insegura.) Una cosa que siempre me choca en ustedes, las señoras...
FLORA: ¿Qué es, señor Vicarro?
VICARRO: Siempre tienen ustedes algo en las manos..., algo a lo que agarrarse. Ahora ese bolsillo...
FLORA: ¿Mi bolsillo?
VICARRO: No tiene usted ningún motivo para tener ese bolsillo en las manos. Supongo que no teme usted que yo vaya a arrebatárselo, ¿no?
FLORA: ¡Oh, por Dios, no! ¡Claro que no!
VICARRO: Eso no sería propio de la política de buena vecindad, ¿verdad? Pero usted no suelta ese bolsillo porque le proporciona algo a lo que asirse. ¿No es así?
FLORA: Sí. Siempre me gusta tener algo en las manos.
VICARRO: Claro que sí. Piense usted en la cantidad de inseguridades que existen. Desmotadoras que se queman. El departamento de bomberos no tiene un equipo decente. Nada de protección. El sol de la tarde quema. No hay protección. Los árboles están a la espalda de la casa. No protegen. La tela de ese vestido no da protección. Por eso, ¿qué es lo que usted hace, señora Meighan? Usted toma el bolsillo blanco de cabritilla. Es sólido. Es seguro. Es positivo. Es algo a lo que se puede uno agarrar. ¿Comprende usted lo que quiero decir?
FLORA: Sí, creo que sí.
VICARRO: Le da a usted la sensación de estar vinculada a algo. ¿La madre protege al niño? ¡No, no, no...; el niño protege a la madre! De quedarse sola y vacía y no tener más que cosas sin vida en sus manos.

UN TRANVÍA LLAMADO DESEO

BLANCHE: Era un muchacho, nada más que un muchacho. Y yo era casi una niña. A los dieciséis años hice el descubrimiento del amor. De repente y de manera demasiado rotunda. Fue como si de pronto algo que hubiese estado en la penumbra quedase iluminado con luz cegadora; así se iluminó el mundo para mí. Pero no tuve suerte. Fui defraudada. Había algo de singular en el muchacho, un nerviosismo, una dulzura y una ternura que no eran propios de un hombre, aunque no parecía afeminado en modo alguno...; pero... aquello estaba allí... Vino a mí buscando ayuda. Aunque yo no lo sabía. No descubrí nada hasta después de nuestro matrimonio, cuando regresamos de nuestra fuga, y todo lo que yo percibía era que le había fallado de algún modo misterioso y que no era capaz de prestarle la ayuda que buscaba, pero de la que no podía hablar. Pisaba arena movediza y se aferraba desesperadamente a mí..., pero yo no lo sostenía, ¡me estaba hundiendo con él! Aunque no me daba cuenta de ella. No sabía nada, excepto que lo amaba dolorosamente y que no podía ayudarlo ni ayudarme a mí misma. Entonces fue cuando lo descubrí. De la peor manera posible. Entré repentinamente en una habitación que creía desocupada..., pero no estaba desocupada. Había dos personas en ella: el muchacho con el que me había casado y un hombre maduro, amigo suyo desde hacía años... (Se oye el ruido de una locomotora que se aproxima. Blanche se tapa los oídos con ambas manos y se dobla sobre sí misma. El faro de la locomotora ilumina crudamente la habitación en el momento en que pasa con gran estrépito.)